Esta será la primera de una larga serie de entradas que voy a dedicar a cómo el anime trata el tema del género, principalmente por dos razones: la primera es que, aunque tradicionalmente ha sido un género de público eminentemente masculino y heterosexual en occidente, cada vez se diversifica más el tipo de espectador que lo consume; la segunda tiene que ver precisamente con el papel secundario que la industria japonesa parece haber impuesto a todo personaje que se desvíe del prototipo de héroe viril y todopoderoso. Aquí es donde debemos plantear el debate de si el anime es retrógrado o si, por el contrario, ha sido pionero desde hace tiempo en incorporar personajes poco usuales que hayan atraído precisamente un público más diverso.

Hoy hablaré de un tema que me resulta personalmente atractivo, y es el de la construcción de personajes femeninos que por un lado poseen ese carácter todopoderoso que también tienen los protagonistas de cualquier anime, pero que también entran dentro del imaginario de real diva o resultan atractivas y exuberantes ante los ojos del espectador más habitual del género. Son aquellas a las que yo llamo mujeres fatales, y en las siguientes líneas intentaré argumentar por qué creo que es apropiado calificarlas de ese modo.
La femme fatale es un tópico de la literatura universal que numerosos novelistas y dramaturgos han desarrollado desde los tiempos del mito hasta nuestros días. El concepto se construye a través de una tradición patriarcal que ha señalado durante siglos y siglos a mujeres que aparecen en las leyendas o en la realidad para convertirse en causantes de las desgracias que aquejan a la sociedad. Lo que las define como antagonistas es precisamente la responsabilidad manifiesta con la que tejen sus viles planes, puesto que, de otra forma, podríamos meter en este grupo a mujeres de sobra conocidas como Eva o Pandora, quienes para el mito cristiano y griego, respectivamente, por una mala decisión condenaron a la humanidad a todos los males que no afectan al mundo de los dioses.

No podemos calificar a ninguna de ellas dos como mujeres fatales, y para explicarlo mejor basta con entender la diferencia entre Eva, la mujer de Adán, y su anterior compañera, Lilith. El Génesis cuenta la historia que todos sabemos, la del hombre al que Dios insufló la vida y la de la mujer que sacó de su costilla y que, aun viviendo una especie de fantasía del amor romántico dentro del Edén, decidió comer la manzana del árbol prohibido y condenar tanto a ella como a su compañero a descender a los peligros del mundo terrenal. No obstante, existe una versión más cercana al judaísmo que nos habla de otra mujer que acompañaba a Adán en el jardín de Dios.
Lilith, la primera mujer fatal de la historia, era una diosa ancestral a la que se rendía culto en Mesopotamia, y a la que la Epopeya de Gilgamesh definió como una deidad femenina serpentiforme, a la que se había otorgado la responsabilidad de custodiar las puertas que dividían el mundo físico del espiritual. Más tarde, la religión hebraica retomaría este personaje y lo describiría como la mujer a la que Dios insufló la vida al mismo tiempo que a Adán. La historiadora del arte Erika Bornay, en su obra Las hijas de Lilith, explica la forma en que los estudios hebreos tienen de describirla, o bien como “una insubordinada y rebelde criatura que abandona súbitamente a su esposo”, o como “devoradora de hombres, a quienes seduce y ataca en el abandono del sueño”. No obstante, ¿qué rasgos estéticos podemos observar en la construcción del personaje de Lilith que perduren en la consolidación del arquetipo de mujer fatal?
A menudo adquiere atributos de serpiente, pero en algunas representaciones aparece como una figura alada. Sin duda, los elementos animales recalcan el carácter demoníaco que Lilith consigue desde el momento en que abandona a Adán y pasa a formar parte del elenco de Satanás. No obstante, los expertos hablan de una doble exégesis en algunas versiones en las que Lilith posee un rostro y un torso extremadamente atractivos, los cuales contribuyen a incrementar su peligrosidad. El concepto que más claro debe quedar es esa dualidad entre belleza y maldad, puesto que se repetirá continuamente en las diferentes representaciones que, tras Lilith, aparezcan en la literatura. Como este post estaba dedicado en un primer momento a las mujeres fatales del anime japonés, es buen momento para empezar a explicar sus características en cada uno de los casos.
Mirajane Strauss
El origen de la representación de la femme fatale se encuentra en figuras como las medusas, las sirenas, las arpías o las esfinges. Todas estas criaturas son híbridos entre mujer y animal, puesto que el objetivo es identificar a las mujeres fatales con seres que, además de rozar la impureza, se encuentren en el límite entre lo bueno y lo malo. Son horribles y fascinantes: al igual que sorprenden y atraen, también causan miedo. Si tuviéramos que buscar un ejemplo en el anime que se asemejara a esta descripción, perfectamente lo podríamos encontrar en Mirajane. La tabernera del gremio Fairy Tail aparenta ser una buenaza que nunca ha roto un plato.
Nada más lejos de la realidad, ya que, desde que aprendió a manifestar el satan soul, en algún que otro capítulo logra transformarse en un demonio capaz de lidiar con los enemigos más fuertes. Este contraste al más puro estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde encaja a la perfección con el concepto que tradicionalmente la literatura ha otorgado a las mujeres fatales, si obviamos el hecho de que Mira jamás sacaría el demonio que lleva dentro si no fuera para proteger a sus nakamas.
Kaguya Ōtsutsuki

De igual forma que estas mujeres se encuentran entre los límites de lo bueno y lo malo, también lo están entre la vida y la muerte. Por eso, muchas de ellas son diosas de las mitologías antiguas: Artemisa representa el paso de niña a mujer o de niño a hombre (de ciudadano a guerrero); Afrodita, capaz de convencer y persuadir -en definitiva, de engañar-, está entre la verdad y la mentira; o Perséfone («la que lleva la muerte») se convirtió en la reina del Inframundo al casarse con Hades y era, además, la diosa a la que se rendía culto en los ritos de iniciación conocidos como misterios eleusinos, que prometían la inmortalidad a algunos de sus participantes.
Sin duda, la diosa más conocida del anime japonés es Kaguya. Aunque realmente no sea tan inmortal como cuenta la leyenda, e incluso tenga más de extraterrestre que de diosa, lo cierto es que consigue sumir al mundo en una especie de distopía parecida al Hades de los griegos a través del Tsukuyomi Infinito (o Plan Ojo de Luna). Más allá de los spoilers innecesarios, se puede analizar la figura de Kaguya como la de una diosa invencible que nos ofrece un poco de geisha y otro poco de marciana. De nuevo, posee rasgos que le otorgan cierta inocencia, como los ojos blancos del byakugan similares a los de Hinata, o la particular solemnidad con la que parece referirse a cualquier ser humano. Por otro lado, su historia nos hace verla como una de las malas a las que más cariño se les puede coger.
Yuno Gasai

La puedes amar y odiar al mismo tiempo. Aunque haya desbaratado todos los planes de los mejores de la serie y haya matado a un niño delante de su madre, echará tres lagrimitas y volverá a ser tu personaje fav. Yuno Gasai es el problema más gordo de la serie Mirai Nikki (Diario del futuro) porque su loco enamoramiento hacia Yukiteru se lleva por delante a la mayor parte de los personajes. No obstante, el protagonista se vale de ella a modo de carro de combate para que le despeje el camino hacia el puesto de dios del espacio tiempo.
En realidad, si lo analizamos con perspectiva, la pobre Yuno termina cargando con toda la culpabilidad para que su amado gane el torneo de los portadores del diario. En una entrevista a La Vanguardia, la escritora Laura Freixas explicaba cómo todavía hoy “pervive clarísimamente ese arquetipo de la mujer poderosa como modelo negativo. Se presenta como malvada, peligrosa, odiosa, infeliz, alguien que ha obtenido su poder por medios inconfesables y lo aplica con consecuencias nefastas”. En este caso, las consecuencias nefastas para ella serían el éxito para Yukiteru. Por eso, creo que el de Yuno es un buen ejemplo para demostrar que en muchas ocasiones el anime japonés incorpora mujeres fatales a sus tramas para destacar la heroicidad de sus personajes masculinos.
Merlin

La mujer fatal es el problema de lo que se conoce como eterno femenino, de que la mujer por ley natural se debe regir por un concepto inmutable que le viene impuesto. El eterno femenino se presenta en la mitología griega, si bien en la mayor parte de los casos como lo doméstico o lo servicial, en algunas ocasiones también como la monstruosidad. Las sirenas o la esfinge se valen de eso para convertirse en pruebas letales que los héroes deben salvar para alcanzar su sino. A este tema en concreto le dedicaría Kafka una obrita conocida como El silencio de las sirenas, en la que se habla de que ese silencio puede ser incluso más peligroso para los hombres que su canto.
Aunque mucho no se puede decir respecto a Merlin de los Siete Pecados Capitales, sí que sabemos que una suerte de maldición (o gracia) cayó sobre ella en la antigua Guerra Santa, razón por la que en el momento presente de la historia es la hechicera más poderosa del mundo de los humanos. El eterno femenino en ella se manifiesta a través de esos poderes que en algún momento le fueron impuestos y que, afortunadamente, acabarán sirviendo para salvar el mundo. Además, mucho me temo que los trajes tan provocativos que acostumbra a llevar deben hacer las delicias de los seguidores más aférrimos del hentai.
Boa Hancock

Personalmente, conocí el tema de la mujer fatal a través de una obra de teatro que estudiamos en la asignatura de literatura comparada. Lulú, de Frank Wedekind, cuenta la historia de una joven a la que las perversidades que recibe de los hombres la convierten en una mujer fatal. En una primera parte, titulada «El espíritu de la tierra», aparece vestida de serpiente para representar a una esclava en una obra teatral. Las malas experiencias que vivió en esa primera parte hacen que en la segunda, «La caja de Pandora», devuelva todo ese odio hasta convertirse en una desgraciada.
Al escribir esta entrada me di cuenta de que a Boa Hancock también se la identifica con este animal. De hecho, su propio nombre lo dice. Además de ser la Princesa Serpiente, la fruta Mero Mero que comió le otorga el poder de petrificar a aquellos hombres que la miren con deseo, por lo que su personaje también bebe de Medusa. Me he reservado a la Sichibukai para el postre porque estéticamente es mi favorita y porque toda ella asume rigurosamente el papel de mujer fatal. Tan solo hay que ver la majestuosidad con la que aparece en el capítulo de la abolición del sistema Sichibukai -como una verdadera reina de los mares.